Todos nosotros tenemos gustos diferentes para todo, desde lo más básico hasta pequeños gustos que nos damos, ya sea en comida, ropa, accesorios, pasatiempos, etc. Pero… ¿No te pasa que hay días en los que no sabes en qué momento se acabó el dinero o cuándo adquiriste ciertas cosas? Cada quien gasta y se administra de forma diferente dependiendo de sus necesidades y de su educación financiera, aunque por momentos descuidamos lo esencial por la rapidez de adquirir algo que “morimos” por tener o que en el momento se presentó el antojo.
Hay cosas y gastos que a veces no contamos simplemente porque no sabemos lo importantes y necesarios que pueden llegar a ser, o cuánto y de qué manera nos pueden llegar a afectar. Por ejemplo, en la siguiente tabla se muestran algunos de los gastos que realizamos semanalmente y de forma rutinaria y, de cierto modo, descuidada:
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Analizando la tabla observamos en este supuesto que la persona gasta alrededor de $820.00 semanales en antojos, gustos y actividades recreativas. Sin embargo, cuando la salud física se ve comprometida este gasto semanal aumenta entre un 80% y 90% ya que la cita con el médico tiene un costo aproximado de $500.00 y las medicinas que indique de $300.00 aproximadamente.
Este tipo de gasto extra muy pocas veces lo tenemos contemplado dentro de nuestro presupuesto mensual y mucho menos semanal, lo que provoca que busquemos alternativas como la automedicación o remedios caseros para evitar realizar dicho gasto o ahorrar lo más que se pueda. Pero cuando la salud que se ve comprometida es la mental, ¿qué hacemos? ¿Qué remedio o cura realizamos para ahorrarnos el gasto de ir con el psicólogo?
La atención psicológica es una de las áreas de la salud menos recurridos pues, además de que no existe un dolor físico o herida visible que nos dé pauta de nuestra mejora, nos detenemos en la búsqueda de este apoyo por el temor a que la gente crea o suponga que “enloquecimos”, que esto es “pérdida de tiempo y dinero”, que los psicólogos “adivinan la mente”, y muchas más ideas equivocadas que la gente tiene sobre este proceso de salud el cual, como cualquier otro tratamiento, lleva un tiempo, orden y un costo específico.
Esto es más complejo de lo que se lee ya que todo inicia con voluntad en la mayoría de veces, buscando una solución o respuesta a lo que queremos “resolver” o “arreglar” en nosotros. Sin embargo, la mayoría de las personas no considera que el proceso terapéutico no tiene un número específico de sesiones, pues no es un tratamiento médico que concluye en cierto número de semanas definidas comúnmente desde el inicio. El tratamiento avanza conforme el paciente lo permita, se lo permita. Siendo cada caso es único y particular debe tratarse como tal, y con el mismo respeto y dedicación que cualquier tratamiento de salud.
Sostener una constancia en el tratamiento terapéutico por los horarios disponibles, la presión y ansiedad que en algunos casos conlleva, y por un sin fin de causas que se pueden presentar, es algo que requerirá un doble esfuerzo. A pesar de ello, hay un obstáculo que podemos vencer para auto-ayudarnos a llevar a cabo el tratamiento: La situación económica. En ocasiones tendremos que abstenernos de otros gastos para sostener esa constancia en las sesiones, y valorar que en ocasiones gastamos en cosas que no necesitamos o que podríamos esperar por obtenerlas. Un celular, una salida a bailar, ropa o alguna otra cosa que permanecerá ahí por algún tiempo más a nuestra espera son pequeños ejemplos por los cuales podríamos descuidar la visión de lo importante.
Tomemos conciencia de que todos los días gastamos en pequeñas cosas que a la semana pueden hacer la diferencia. Por ejemplo, pensar dos veces en comprar el “cafécito mañanero” de todos los días y prepararlo nosotros mismos; o preparar nuestro almuerzo, comida y golosinas en casa lo que nos ayudará a transferir ese gasto no realmente necesario a nuestra sesión terapéutica que traerá beneficios a nuestra salud física y mental.
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¡Hagamos cuentas! Y quizá sea más fácil de lo que parece pagar una sesión semanal cumpliendo con nuestro proceso terapéutico pero, principalmente, estaremos cumpliendo un compromiso de salud y bienestar con nosotros mismos. Borremos nuestras creencias erróneas sobre un tratamiento psicológico junto con nuestras excusas económicas, y asistamos a terapia conscientes de que estamos haciendo la mejor inversión a largo plazo. Puede parecer un lujo, pero recuerda que es el lujo que mejor nos queda.